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¡¡¡Correo de Eduardo!!!
El viernes por la mañana volví al taller de Hola por qué a presenciar y fotografiar el último paso del proceso. Entré nerviosa como los perrillos que olisquean comida, buscando mis 50 cartulinitas coloreadas. Y allí estaban, todas puestecitas sobre las bandejas enrejadas que utilizan para dejar secar los trabajos. Os prometo que me emocioné al ver al fin a mi ejército de Robertos con sus culillos al aire. Y pensaréis que exagero, pero os aseguro que todo lo que conlleva un proceso artesanal le otorga al resultado un valor único.

Saqué mi cámara del bolso y fotografié los Robertos que esperaban su última tinta.

Hora de empezar a trabajar. La plancha preparada, los Robertos preparados, yo y mi cámara preparadas, y Eduardo más preparado que nadie.

Sobre la mesa, un Roberto espera su última tinta, colocado en el sitio exacto gracias a unos trozos de material autoadhesivo que aseguran la posición del papel sobre la mesa. Eduardo baja la pantalla de tinta negra para comprobar si ajusta perfectamente con las tintas ya serigrafiadas. Presiona, levanta, ajusta las ruedas del soporte de la pantalla, vuelve a presionar, levanta, presiona, ajusta, levanta, presiona, levanta, presiona, ajusta, presiona, ajusta, levanta,… y así hasta que la coincidencia es perfecta. Sólo entonces coge el bote de tinta negra y una espatulilla, rebaña el bote y lanza un pegote sobre la pantalla. Después, con una especie de borrador de colegio, barre la pantalla esparciendo la tinta negra uniformemente, levanta un poco la pantalla y retira el exceso de tinta con el mismo borrador, volviendo a amontonar la tinta para la siguiente pasada.

Y debajo de la pantalla asoma ya el primer Roberto terminado. ¡¡Ooooooooh, qué chulo queda!!! Claro, la tinta negra es la más importante y es la que convierte las manchas de color que sugieren un gordo desnudo en Roberto, con sus ojitos y sus cejitas y sus arruguitas. Se me cae la baba, queda sencillamente perfecto.

Y a partir de aquí, sufriendo mientras tanto todas las preguntas que se me van ocurriendo sobre el proceso de serigrafiado, Eduardo le da a la espátula tristras tristras terminando preciosos Robertitos y colocándolos cuidadosamente en las bandejas enrejadas para que sequen. “Te vas a aburrir… a partir de aquí es todo el rato lo mismo”.

Eduardo escruta cada serigrafía en busca de defectos, y va separando aquellas que no pasan su control de calidad. Y yo, como una niña con sobredosis de azúcar, salto a la mesa de las desechadas para ver qué fallo habrá visto Eduardo. Algunos son evidentes, porque la tinta no ha quedado uniforme, o se ha expandido un poco en alguna zona, pero os juro que en otros tenía que preguntarle qué defecto tenían. Lo que yo os diga, un perfeccionista.

Y cuando ya llevábamos aproximadamente la mitad de mi ejército terminado, Eduardo advierte que empiezan a reproducirse unas pequeñas líneas adicionales bajo la arruga del culo de Roberto. Se estaba filtrando tinta por la pantalla o, según mi versión, a Roberto le estaban saliendo pelos en el culo xD. Eduardo coge un rollo de papel celo, recorta un minúsculo cuadradito, y con unas tijeritas y todo el primor del mundo, lo coloca en la parte que está dando problemas, cuidando que no tape la parte que debe dejar pasar la tinta. Un buen rato le llevó colocarlo en el sitio exacto, hacer pruebas sobre papel de periódico, volver a ajustarlo y volver a probar. Cuando ya cree haber solucionado el problema, hace más pruebas sobre serigrafías desechadas, y sólo cuando está completamente seguro de que la tinta negra vuelve a salir perfecta, continúa estampando sobre las serigrafías buenas. Eso es el gusto por el trabajo bien hecho, y lo demás tonterías.

Después de un par de horas de trabajo, cuando todas las serigrafías estuvieron terminadas, sacamos las fotos de la victoria… ¿Se huele el orgullo o qué?

Cuando volvi por la tarde para recoger mis ansiadas serigrafías, Eduardo estaba de pie frente a una de las enormes mesas de trabajo. Al ver mi cara de impaciencia, bromeó “-¿Que quieres?” “¡¡¿Como que qué quiero?!!! Eduardo, no me vaciles ^_^”. Contamos las láminas, las empaquetó cuidadosamente y nos despedimos hasta la próxima. Porque habrá próxima, ¡yo esto quiero repetirlo!. Y por primera vez, después de no pocas visitas al taller, nos dimos dos besos. Fue un verdadero placer haberte conocido y lo he pasado de fábula.

Os dejo con un pequeño vídeo y con el resto de fotos que tomamos durante todo el proceso. Espero que os haya gustado.

 Serigrafía de Roberto - Todo lo que hay detrás de 14×15 cm

Toma fosforito! Pantalla para la tinta verde Trabajando Robertitos con 1 tinta Fabricando colores
Pantallas y fotolitos Espatula a punto de atacar Fotolitos de las tintas Sello de Hola por qué en el reverso Roberto y Hola por qué



Una vez más, gracias de corazón a Hola por qué y en particular a Eduardo G. Villamañán por su paciencia, su buen humor y por el cuidado y cariño que pone en su trabajo.

[TO BE CONTINUED...]