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De todos los cursos, seminarios y talleres que tengo planificados este año, el Taller de Seducción de Luis Dorrego es el que menos tiene que ver con “lo mío”. Pero sin duda es el único que tiene que ver con “mi yo”, y “mi yo” está en cada cosa que hago.

Tenía grandes expectativas con este taller, mi querida Marta me había dicho: “me ha cambiado la vida”, pero llegué allí el sábado sin tener la más mínima idea de lo que iba a encontrarme. No estaba preparada “mentalmente” para lo que encontré, pero “emocionalmente” estaba en total disposición. Así que funcionó de maravilla, porque Luis trabaja con las emociones, con los estómagos… y qué bueno es, el condenado.

Antes de experimentar el Taller tenía pensado pedir permiso a Luis y escribir un largo post contándoos lo que allí hubiese ocurrido. Espero no decepcionaros con esto, pero no quiero hacerlo. No quiero desvelar el secreto de este taller, el secreto de Luis, porque para mí ha sido fundamental llegar allí sin saber lo que iba a pasar ni lo que iba a pasarme. Tampoco quiero contaros todo lo que siento después de este fin de semana increíble, porque os generaría expectativas, y eso también os contaminaría. Sólo quiero deciros que si estáis dispuestos a daros, a recibir y a cambiar, de verdad, desde las tripas y el corazón, las experiencias con Luis Dorrego os servirán para encontrar vuestro camino.

Decía Luis durante el Taller que todas las familias tienen un repudiado, alguien del que no se habla. Una oveja negra, como suele decirse, que avergüenza a los demás y que quiere ser olvidado. Y como no hay casualidades, sino causalidades, resulta que al intentar describir mi experiencia de este fin de semana, se me viene al estómago una frase inesperada…

Hay una oveja negra en mi familia a la que nunca he llegado a conocer. Se trata de un tío de mi padre, cuya historia me apetece contaros. Era una persona muy sociable, muy querida y respetada por la gente, de esas que contagian su propia energía. Mi padre adoraba a su tío y se sentía atraído por su luz como una polilla. Un día su tío se dio cuenta de que, gracias a su facilidad para las relaciones interpersonales y su gran imaginación, podía dedicarse a la publicidad. Comenzó a diseñar anuncios y eslóganes para negocios de amigos y conocidos, y la cosa empezó a funcionar muy bien. Tenía cada vez más encargos y disfrutaba mucho de su trabajo. Estaba triunfando.

Tan bien le iban las cosas y tanto las disfrutaba que su pasión le sobrepasó, y le daban las tantas ideando nuevas consignas publicitarias y nuevos planes de autopromoción. Llegó a dejar de dormir. La excitación por lo que hacía no le permitía descansar, y después de un tiempo así, se volvió loco. Esquizofrenia paranoide, casi nada. Comenzó a tener pensamientos y teorías extravagantes, a creerse una especie de santo tocado por la mano de Dios. Le dio por la religiosidad, vaya usted a saber por qué. Acabó viviendo en la casa de mis abuelos, con mi padre y sus hermanas, y siendo internado en un hospital psiquiátrico cada vez más frecuentemente y por más tiempo. Finalmente, se suicidó.

Mi padre me contó esta historia cuando yo tenía 7 u 8 años. Lo recuerdo perfectamente. Estábamos en el trastero de mis abuelos. Un lugar mágico lleno de cachivaches que yo no sabía para qué servían, y de todo tipo de objetos que emanaban historias y emociones. Revolviendo este enorme baúl de los recuerdos, encontramos una caja llena de libros todos iguales. Mi padre cogió uno de ellos y le embargó la emoción. Fue entonces cuando me contó esta historia. Aquel libro lo había escrito y autopublicado su tío. No lo he leído, pero ahora que os estoy contando la historia me doy cuenta de que quiero hacerlo. Le pediré a mi padre que me traiga un ejemplar. Es un libro religioso, supongo que contiene la visión de la religión que tenía aquel hombre en pleno apogeo de su enfermedad mental. No recuerdo si era el título en sí o un eslogan de acompañamiento al mismo, pero la portada de aquel libro tenía una frase que se me quedó grabada: “No apto para los cobardes”.

Termino este post re-recomendándoos el Taller de Seducción, o cualquier encuentro con Luis Dorrego. Y resumo la experiencia como “No apta para los cobardes”.

Gracias Luis Dorrego por haberme removido las tripas, por haberme mostrado mi camino de baldosas amarillas y por el reflejo tan hermoso que me has mostrado en tus ojos.

[TO BE CONTINUED...]