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No pocas veces, saliendo del cine con los pelos aún como escarpias tras haber visto la última de Pixar o Dreamworks, he tenido que escuchar lindezas como “Psché, pero eso lo hacen con ordenador, no te vayas a creer”. No pienso repetir aquí la disertación que, ofendida por el desprecio de un ignorante, le suelto en estos casos al colega que ha tenido la desafortunada idea de acompañarme a ver la peli de animación.

Lo que toca hoy es relataros el laborioso proceso que hay detrás de la serigrafía de Roberto. Porque en este caso, la que ha descubierto el trabajo “invisible” que hay detrás de una estampita de 14x15cm, es una servidora.

Todo comenzó cuando, en pleno proceso de registrar a Roberto, el momento en que al fin podría presentaros al absoluto protagonista de este proyecto empezó a antojárseme un auténtico hito. La puesta de largo de Roberto estaba tomando tanta importancia para mí debido a las dificultades, que pensé en preparar algo especial para celebrar el éxito. Quería ofreceros algo muy exclusivo, que de alguna manera cumpliera ese cometido de conmemoración de un momento concreto. Me puse a googlear en seguida: serigrafía. Cienes y cienes de páginas que te estampan en camisetas, tazas o lo que quieras, con impresoras láser, tóneres ultraavanzados y demás tecnologías. No, pero yo quería otra cosa. Yo quería algo limitado y con regusto artesanal.

Me costó lo mío dar con un taller que hiciera serigrafía de la de verdad pero, en cuanto encontré a Hola por qué, supe que había encontrado exactamente lo que buscaba. Me hice un dibujito simpático de Roberto con acrílicos y con el ordenador, y les escribí confesándome la más pardilla de todos los pardillos, y haciendo millones de preguntas sobre qué tenía que enviarles. Eduardo G. Villamañán me respondió muy amablemente  pero yo, viendo que con el despiste que tenía en el tema iba a necesitar mil correos para enterarme de algo, decidí plantificarme en el taller de Hola por qué con Roberto en el pen.

Eduardo es un tío tranquilo. Esto es genial, porque yo soy todo lo contrario, y más aún cuando estoy descubriendo algo nuevo. Me pongo a lanzar preguntas como una ametralladora, y me consta que avasallo a cualquiera. Pero Eduardo no. Eduardo, la mar de tranquilo, contestaba pacientemente a mis preguntas, me enseñaba trabajos para ilustrar lo que me iba explicando, echaba un vistazo a mi diseño, y volvía a contestar mis preguntas. Total que, aunque aún me faltaba mucho por comprender, atisbé los principios básicos del proceso del serigrafiado y comprendí que tenía que rehacer la ilustración. Claro, fíjense ustedes que mi primera versión era una barbaridad, con infinidad de matices debido a las acuarelas.

Llegué a casa totalmente inspirada tras mi visita al estudio de Hola por qué, y me replantée todo el trabajo: 1) colores planos 2) menos colores, que cada color supone una pantalla diferente y ¡estamos en crisis!. Rehice la ilustración con el concepto de una capa por color en la cabeza, y al día siguiente le mandé a Eduardo la nueva versión de Roberto. Intenté minimizar el número de colores, pero todo lo más que conseguí fue reducirlos a 6:

Eduardo me pasó el presupuesto de la serigrafía y del papel… Primer problema: había que hacer un pedido mínimo de papel y… ¡me sobraba muchísimo papel! Mientras él ponía en marcha todo el proceso, encargando los fotolitos para las 6 tintas, me pasó la dirección de una tienda de papeles especiales para que yo me encargara de comprar el papel.

Pero eso ya es otro capítulo…

[TO BE CONTINUED...]