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Hoy ha sido el último día de mi anterior vida. Mi último día como Innovation Manager y Researcher en una compañía TIC.
Mi último día de metro para ir a la oficina. Mi último día con jefes y clientes. Mi último día con los que han sido unos compañeros maravillosos durante casi 4 años.

Hoy me siento al borde de un precipicio desde el que apenas se vislumbra el fondo.

 

Siento miedo e ilusión a partes iguales.

Miedo porque no sé qué me deparará esta nueva etapa que comienzo hoy, porque Roberto significa mucho para mí y he de estar a la altura, porque mucha gente cree en mí y no quiero decepcionarlos, porque aún no tengo plaza asegurada en Pepe School Land, porque nunca he trabajado sola en casa, porque no tengo fuente de ingresos alguna… Pero, sobre todo, miedo porque ha llegado el momento de demostrarme lo que soy capaz de hacer.

Lo único que no me asusta es haberme equivocado tomando esta decisión. No me he equivocado. Pase lo que pase, la decisión de intentar conseguir un sueño es siempre lícita y plausible.

“No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.” (Walt Whitman)

Muchos me habéis felicitado por mi valentía, y me habéis confesado una envidia sana por haberme decidido de una vez a ir a por todas. Dadme un poco de cuartelillo para “quejarme” y expresar mis miedos, porque hoy, niños y niñas, estoy ca-ga-da-de-mie-do. No me importa, es buena señal. Uno siempre tiene que sentir ese nudo en la boca del estómago cuando por fin tiene delante la oportunidad que tanto ha esperado.

En esas estoy, asustada como un ratoncito porque ante mí, por fin, se abre el camino que siempre busqué. Ilusionada porque quienes me quieren me han regalado la oportunidad única de cambiar mi vida para siempre, y porque siento el calor y el apoyo de todos vosotros. Comienza el Año del Volkán, y espero de verdad que queráis compartirlo conmigo, y que Roberto lleve una gran parte de vosotros.

Veamos pues hasta dónde llega la madriguera de conejo!